Sean bienvenidos a otro
Jueves de poesía, en esta tercera edición les traigo algo de otro mundo… ¿se
animan a seguir leyendo?
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
(media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo),
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado, sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar, que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento. (vv. 1-14)
en que el mentido robador de Europa
(media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo),
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado, sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar, que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento. (vv. 1-14)
[pueden seguir leyendo aquí]
No hay nada como ese momento en el que
lees o escuchas las Soledades por
primera vez y no entiendes nada, es un instante único e irrepetible (bueno,
quizá no sea tan cierto, pasan varias releídas para que entiendas algo). Los
versos que les traigo en esta ocasión son con los que inicia la primera Soledad, la cual presenta a un peregrino
aquejado por los desdenes de su amada que naufraga en un lugar apartado donde
podrá dejar atrás su mal de amores; en este sitio alejado de la vida urbana,
asistirá a los placeres de la naturaleza y a la rutina de la gente rústica. El
poema muestra el tópico de “desprecio de la corte, alabanza de la aldea”.
Góngora tenía planeado escribir cuatro soledades, pero sólo escribió dos, de
las cuales la segunda está incompleta.
En este poema Góngora
habla de cosas cotidianas y vulgares con un lenguaje alto y sublime, que por lo
regular debería estar destinado a temas más serios, combinación característica
del Barroco. Por otra parte, también exhibe varios de los rasgos que lo
caracterizan a él, por ejemplo: mención de los mitos grecolatinos, el cambio en
el orden de la sintaxis (hipérbaton), el uso de cultismos y el uso del
acusativo griego (quién diga que lo entiende, les está mintiendo, ¡esta es cosa
del demonio!).
No se preocupen si no
entienden nada, la gente de esa época también se sentía perdida con la obra de
Góngora. Su estilo, generalmente denominado culterano (sobre el culteranismo
quizá hable en otro Jueves de poesía), ya era criticado entre sus
contemporáneos, Quevedo, especialmente, lo increpa por las formas y el
vocabulario que utilizaba, a él se le debe un gran repertorio de “poemas
antigongorinos”. Quevedo, por cierto, no sólo se limitaba a criticarlo por su
poesía, sino que también atacaba su persona, tal como se constata en un soneto
que le dirige a Góngora y en el que lo acusa de ser judío (“¿Por qué censuras
tú la lengua griega / siendo sólo rabí de la judía, / cosa que tu nariz aun no
lo niega?” vv. 9-11), acusación que en la España del Siglo de Oro era
gravísima.
Las ediciones críticas de
las Soledades son una delicia, en
serio. Yo tengo la edición de Castalia y en la página del lado izquierdo vienen
los comentarios de los críticos (es divertido ver como se pelean entre ellos,
el que presenta la edición suele estar de acuerdo con lo que ya ha dicho uno y
complementa, aunque a veces está en contra con lo que dice alguno y le echa
montón), en la página derecha está el texto con su respectiva numeración de
versos y en la parte inferior aparece la versión prosificada.
Ahora bien, no todo
Góngora resulta incomprensible, las Soledades
y la Fábula de Polifemo y Galatea son de lo más
difícil, pero él también tiene otros poemas que no representan tanta dificultad
al leerlos por primera vez. De cualquier forma, hay consejos a seguir que
pueden hacer que el lector los lea sin tantos problemas (estos consejos me los
proporcionó, a su vez, una de mis más queridas profesoras de la facultad),
adquirir una buena edición siempre es el primer paso, ya que las notas ayudan
mucho, pero acomodar la sintaxis del texto también ayuda, además de buscar las
palabras que uno no entiende en diccionarios (aquí les dejo un enlace al Tesoro de la Lengua española de Covarrubias, también pueden usar el de la RAE) y nunca viene mal echar una
ojeada a la historia y cultura de esa época, además de refrescar los mitos
clásicos (sería bueno descubrir si los libros de Percy Jackson facilitan esta parte –yo los tengo pendientes–). Les puedo
asegurar que una vez que logran entender las Soledades sienten una gran satisfacción. Aquí entre nos, les confieso que Góngora, para
mí, fue más un gusto adquirido que otra cosa, no me cautivó de entrada, pero
luego le fui agarrando el gusto y he de admitir que ya le tomé cariño.
Espero no haberlos
aburrido con una entrada tan larga, así que, lector, si has llegado hasta el
final de tanta palabrería, agradezco mucho tu lectura, también me harías muy
feliz si me dejaras un comentario con tus impresiones sobre este post, no me molesto si sigues el ejemplo
de Quevedo y expresas que no deseas leer a Góngora –a mí no me dieron esa
opción en su momento, todo hay que decirlo–.
Que sigan
disfrutando de su jueves :D
Holaaa!
ResponderEliminarLa verdad es que no soy un gran amante de la poesía, por lo que no sé apreciarla. De todos modos, son unos versos preciosos <3
Rush
¡Hola!
EliminarQué bueno que te gustaron :)
Un abrazo.
Hola
ResponderEliminarComo persona que admira la poesía tengo que decir que este tipo de poesía no es un tipo que me llame mucho la atención.
Un saludo
¡Hola!
EliminarSí, te entiendo, así como con las novelas, en la poesía también intervienen mucho los gustos. Gracias por comentar :)
Un abrazo.
La verdad que no disfruto leyendo poesía y me parece una pena, pero lo cierto es que no me siento cómoda con ello. Nos leemos ^^
ResponderEliminarNo eres la única a la que la poesía le causa esa sensación jeje Seguramente algún día encontrarás algún poema que disfrutes ;)
EliminarUna abrazo :)