Trilogía Hija de las tinieblas, de Kiersten White

¡Hola de nuevo!

¿Cómo están? ¿Cómo les va? Yo me he estado acoplando otra vez con el regreso a clases presenciales y, para ser honesta, me ha estado costando adaptarme a la rutina, pero siento que ya lo estoy empezando a equilibrar todo de nuevo; además, estos últimos días, debido a varios asuntos, he experimentado una montaña rusa emocional que, al final, me ha dejado con el ánimo y entusiasmo de hacer un montón de actividades, así que a ver qué tal me va… Bueno, ya no me extiendo tanto, ¡comencemos!

 «Era un dragón.

Era un príncipe.

Era una mujer.»

Y todo arde, de Kiersten White

En esta ocasión les traigo la reseña de una trilogía que me encantó, sin lugar a duda se convirtió en una de mis favoritas. Esta trilogía, escrita por Kiersten White, está conformada por Hija de las tinieblas (And I Darken, 2016), Renace de las sombras (Now I Rise, 2017) e Y todo arde (Bright We Burn, 2018), novelas históricas en las que la autora modifica un poco, aunque significativamente, la Historia –ojo con esa “h” mayúscula–. Kiersten White nos cuenta la vida del inteligente, astuto y sanguinario Vlad Tepes, férreo enemigo del imperio otomano y héroe nacional de Valaquia, el personaje que Bram Stoker usaría de referencia para su famoso Drácula. Vlad Tepes, príncipe de Valaquia, protagonista de esta historia, sólo que aquí… es una mujer: Lada Dracul.

A través del personaje de Lada se aborda a profundidad la desigualdad de género y se cuestiona la imagen que se tiene de las mujeres, de como se espera que éstas se ajusten a los roles y estereotipos que se les han asignado históricamente, los cuales, desde luego, no se corresponden con lo que la protagonista quiere, por lo que a lo largo de la trilogía veremos cómo lucha por apoderarse de todo lo que le han negado por el simple hecho de ser mujer. Lada no desea ser un hombre, sólo quiere que se le respete y se le trate como a un igual, y está dispuesta a hacer todo lo que esté a su alcance para conseguirlo.

         Ahora bien, Hija de las tinieblas nos introduce en la infancia de Lada, su amor por Valaquia, su complicada relación con su familia y lo mucho que le dolió que su padre los entregara a ella y a su hermano Radu al Imperio otomano, donde conocerán al príncipe Mehmed, momento crucial que sellará el destino de los dos hermanos y del hijo del sultán. Ese encuentro marcará el inicio de una historia de amistad, amor, odio, rabia y pasión que afectará no sólo a ellos tres, sino a naciones enteras.

         Gracias a que tenemos un narrador en tercera persona que acompaña tanto a Lada como a Radu, los conocemos a ambos hasta el más mínimo detalle, lo que sienten y piensan, incluso aquello que preferirían que nadie supiera; son dos personajes que se contraponen y complementan a la vez. Lada es la heredera legítima al trono de Valaquia, es indomable, valiente y cruel, vulnerable en ocasiones e implacable todo el tiempo, tiene un conflicto interno que la persigue y que le dificulta tomar decisiones, ya que puede elegir entre lo que siempre ha deseado o aquello que el mundo le ofrece, ésta última, una opción en la que caben el amor y la felicidad. Lada, fiel a su esencia, se decanta por lo primero, escoge ser leal a sus convicciones sin importar los sacrificios que tenga que hacer. Radu, por su parte, es bello y tranquilo, hace del imperio otomano su hogar y acepta la fe del profeta, aprende a moverse en la corte con la finalidad de superar a su hermana, de ser más útil que ella para Mehmed, pues, aunque la ama, también siente celos y envidia de ella. En cuanto a Mehmed, lo conocemos a través de los ojos de los otros dos, él está destinado a ser el sultán y se encuentra obsesionado con conquistar Constantinopla, por más problemas que esto pueda acarrear.

     En Renace de las sombras el desarrollo y evolución, tanto de Lada como Radu, es notable, sobre todo de él. Los caracteres de ambos maduran y, al enfrentarse a situaciones ajenas a sus habilidades y virtudes, comienzan a identificar sus debilidades y a reconocer las fortalezas del otro. Si bien hay un lazo fuerte entre ambos, también hay sentimientos reciamente arraigados que no les permiten dar su brazo a torcer. Los destinos de ambos, tanto a nivel íntimo y personal como público y político, quedan trazados en esta segunda parte. Pasajes premonitorios que sientan las bases de lo que avecina.

Por otro lado, aunque esta continuación pareciera ser lenta, a mí me fascinó por cómo se descifran los personajes a ellos mismos en escenarios y situaciones que los obligan a crecer. Aparte, la historia ocurre en dos sitios y, mientras en una línea argumental se muestra el esplendor de las ruinas de una ciudad en decadencia que reflejan la caída de un lugar con una magna historia; en otra, se presenta un territorio que carece de magnificencia debido al mal gobierno y a la abismal distinción de clases que hay, no obstante, se percibe la idea del cambio y la semilla de una nación fuerte y poderosa que anhela ser segura e independiente.

La tercera y última parte, Y todo arde, es el libro más breve, lo cual me asustaba al principio, dado a que pensaba que tal vez no cumpliría con mis expectativas o que el desenlace sería apresurado. Estaba equivocada. Intenso, agridulce y satisfactorio, en lo que cabe, son los vocablos con los que definiría esta novela. Las piezas ya estaban en su posición, sólo hacía falta terminar la partida. Y vaya que Lada, Mehmed y Radu jugaron hasta el límite. Aquellos niños del primer libro se transformaron y una cruenta pelea era inevitable. Hubo varios momentos en los que sufrí bastante, una muerte por allí me rompió el corazón y, no lo negaré, la recta final no era lo que esperaba, pero me pareció una decisión acertada.

      Ya para concluir, se trata de una trilogía en la que la autora profundiza en la construcción de los personajes y que supo aprovechar los aspectos históricos, además de que al ser la protagonista una mujer le permitió enfatizar en problemas de desigualdad de género que aún siguen latentes en la actualidad. Kiersten White también aborda los siguientes temas: poder, cómo ejercerlo, sobre su procedencia, quién lo otorga, y si la jerarquía o el género tienen algo que ver; sacrificio, qué estamos dispuestos a sacrificar para obtener aquello que anhelamos; fe, el aspecto religioso y espiritual tanto a nivel personal como colectivo; la figura del monarca, quien es el representante de Dios en la tierra, intocable e intachable, el encargado de mantener el equilibrio social y la armonía en el pueblo; y el amor, si bien no quise ahondar tanto en el tema del romance, éste sentimiento prevalece tomo tras tomo, así como el de la amistad y la familia, y aunque a veces salpicados de negatividad, queda claro el mensaje de cuál es lo deseable y de qué nos debemos alejar.

Finalmente, como ya les anunciaba al principio, se trata de una trilogía que me encantó tanto por los temas que aborda como por los personajes, de hecho, creo que más por estos últimos. Lada me parece una protagonista férrea que en ocasiones revela varios matices de grises, pero Radú fue el que conquistó mi corazón, si bien al principio lo detestaba y no lograba simpatizar con él, pasado el segundo libro lo amé, y me atrevo a decir que, de todos los personajes, es el que tiene el mejor desarrollo.

¡Se las recomiendo mucho!

 

FICHAS

WHITE, Kiersten, Hija de las tinieblas, traducción de Belén Sánchez Parodi, México: V&R Editoras, 2017, pp. 491.

_______, Renace de las sombras, traducción de Belén Sánchez Parodi, México: V&R Editoras, 2017, pp. 479.

_______, Y todo arde, traducción de Gabriela Romero, México: V&R Editoras, 2019, pp. 383.

 

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