¡Hola, mis queridos lectores! Espero se
encuentren bien. He estado ausente estas semanas porque no me sentía con el
ánimo para escribir después de lo del terremoto, pero ya estoy de vuelta, de
hecho, ya tengo calendarizadas las entradas de este mes, pero primero quería
comenzar con esta publicación.
19 de septiembre de 2017. Hora: 13:14. Sismo
de 7.1 con epicentro en Axochiapan, Morelos, sacudió a la Ciudad de México,
Morelos, Puebla, Guerrero, Oaxaca y el Estado de México. En la Ciudad de
México, arrasó con la zona sur, siendo las delegaciones de Xochimilco y Tlalpan
de las más afectadas.
La noche del jueves 7 de septiembre del
año en curso hubo un sismo de 8.2 que afectó principalmente a Oaxaca y Chiapas,
mientras que en la Ciudad de México –donde vivo– no pasó más allá del susto. El
19 de septiembre se rememoró el terremoto del 85, el cual tuvo una magnitud de
8.1 y causó muchos estragos en la capital del país, ese día se hizo un
simulacro a las 11 de la mañana, pero ninguno jamás pensó que poco después,
otro terremoto sacudiría a la ciudad como hace 32 años. La misma fecha, como
una broma cruel, pero con diferente horario. A la una con catorce minutos de la
tarde, yo estaba en la universidad, en clase, cuando comenzó el movimiento
telúrico, salí del salón y al llegar a las escaleras no se podía bajar por ser
pequeñas, la cantidad de gente y la intensidad del sismo, en mis compañeros
veía la misma expresión de incredulidad “¿realmente está pasando esto?”,
seguida de “esto es todo, hasta aquí llegamos” tras ver grietas en el edificio.
De alguna manera, logramos bajar las escaleras y salir, los vidrios de la
biblioteca tronaban, llegamos al patio y los árboles bailaban. Luego supimos
que no todos alcanzaron a salir del edificio y que se refugiaron en las
columnas, afortunadamente no les pasó nada. Actualmente, esta semana reiniciaron las clases y según las
autoridades, nuestro edificio está bien.
Pasado
el sismo, los servicios de comunicación dejaron de funcionar. Las pocas
noticias que oíamos en esos momentos eran las de una pesadilla. Tuve mucho
miedo y creo que jamás había sentido tanta angustia como ese día ante la
incertidumbre de no saber si mis padres estaban bien. El regreso a casa fue el
más largo de mi vida. Usualmente me hago una hora para llegar a mi casa desde la escuela, ese día
hice como tres, trayecto en el que pude constatar la gravedad del sismo. Al final,
cuando el camión ya no avanzaba más debido al tráfico, me bajé e hice el último
trecho entre corriendo y caminando rápido, al igual que otras personas.
Poco a poco ir sabiendo
que mis seres queridos se encontraban bien, fue un alivio, sentía cómo me iba
regresando el alma al cuerpo. Aún así, la tristeza y la congoja se instalaron
en mí, como en muchos mexicanos, ver las noticias era un martirio y la
imperiosa necesidad de ayudar de cualquier manera fue algo automático, yo lo
hice donando, colaborando en un centro de acopio y compartiendo información. Me
siento orgullosa del pueblo mexicano, de la solidaridad de la gente, pero
también me avergüenza que entre tanta generosidad y unión, se presentó la
rapiña y personas que sólo buscaron la manera de aprovecharse, como si no
tuviéramos suficiente con el cinismo y el descaro del gobierno.
Han pasado dos semanas
desde el siniestro, por todos lados se insta a regresar a la normalidad, a la
cotidianidad, pero no es fácil, a día de hoy yo todavía tengo miedo, a veces
siento que todo se mueve o que escucho la alarma sísmica o noches en las que me
cuesta dormir y dejo la luz de la lámpara de la mesita de noche encendida. Ya
comenté cómo fue mi experiencia ese 19 de septiembre, mi familia está bien y no
sufrimos graves afectaciones, pero hay mucha gente que sí y cuyas historias son devastadoras, personas
que perdieron a sus seres queridos, que lo perdieron todo, su casa y su
trabajo, que se enfrenta a un futuro incierto y NO TENEMOS QUE OLVIDARLAS.
El 85 dejó varias lecciones,
por eso, a los pocos días del pasado sismo se ha hecho hincapié en la
IMPORTANCIA de DOSIFICAR LA AYUDA y MANTENERLA, esto no es cosa de dos días o dos semanas, va para
largo. La ayuda es valiosa y aunque sea mínima, cuenta, pueden acercarse
a los centros de acopio y ver qué se necesita o hacer algún donativo a la Cruz
Roja (clic AQUÍ) –sobre todo si son del extranjero–. En México hay más opciones
para ayudar, de hecho, muchos negocios independientes han ofrecido sus
servicios a cambio de pagos en especie que serán destinados a los damnificados,
también se puede ser voluntario o participar en algunas de las tantas
iniciativas que han surgido a raíz de este trágico evento.
Ahora bien, siguiendo
el ejemplo de Mile Moon, del blog Desvaríos de una amante de locuras (ver AQUÍ),
pondré en la barra lateral un banner
sobre el tema con un enlace a la Cruz Roja, para
hacer visible la importancia de ayudar aunque ya haya pasado la etapa de
emergencia.
Gracias por leer.
Abrazos.
hola paula! te ayudaremos a hacer visible tu pedido y tu relato tan fuerte y sensible compartiendote en las redes, gracias y abrazo fuerte.
ResponderEliminarPaula! Que fuerte tu experiencia pero estoy super feliz de que estés bien.
ResponderEliminarYo también vivo en la CDMX pero justo ese día fui a visitar a mis papás al EdoMex. y pues allí se sintió igual de horrible pero no pasó más que el susto, al menos en su colonia. Por el que sentí mucho miedo en ese momento fue por mi perro, siempre lo traigo conmigo e igual me acompañó en mi visita, pero lo feo es que él ya es viejito y ya le cuesta mucho trabajo pararse solo y como es grande, a mí me lleva un poquito de tiempo pararlo porque pues me pesa. A lo mejor suena tonto pero por nada del mundo lo iba a dejar y no sé de dónde saqué fuerzas para sacarlo cargando y fui de las ultimas en salir de la casa y se me cayeron en cima varias cosas en el camino, cuadros y cosas así como para decoración del hogar que había colgadas o apoyadas en los muebles. Pero aparte de esos leves golpes no pasó a mayores.
Ya al día siguiente fui a ayudar y es bien impactante ver todo lo que pasó. Son escenas que todavía tengo muy vívidas en mi cabeza y duelen mucho, pero también fue super impresionante toda la ayuda que hay y de verdad espero que no desaparezca pronto. Todavía falta mucho para estar bien.
Al igual que tú, siento que todavía estoy afectada en mi psique, pero trato de ser positiva porque se siente feo estar así y no me gusta, así que intento enfrentar mis miedos. Y sé que con la ayuda de Dios todo va a ser más fácil. Es en lo que yo creo.
Dios te bendiga, Paula y lo repito, me da muchísimo gusto saber que tú y los tuyos están bien y espero que de a poco, igual vayas mejorando en cuanto a lo que te afectó del miedo por vivir esto.
Hola!
ResponderEliminarCreo que esta experiencia no la olvidaremos tan fácilmente, a mi me tocó vivir el del 85 pero era muy pequeña por lo que realmente no lo recuerdo, pero al tener una alarma sísmica casi debajo de mi ventana estando yo en quinto piso, pues me pone de nervios, ese día quizá todavía por los recuerdos del 7 de sep que entre las luces y que si se movió horrible el edificio yo me negaba a escuchar la alarma del simulacro en las alturas, jamás imaginé que regresar a la casa a los 20 minutos vi caer todo en casa, tronar vidrios y paredes... angustia total. después estar incomunicada y no poder saber de nadie y solo escuchar noticias en la radio fue horrible, fuimos afotunados de solo un susto que como a ti siento que se me mueve el piso a cada rato, siento escuchar la larma sísmica en cada ruido extraño, por lo menos ya puedo dormir de corrido en la noche. como dices esto a penas comienza y lamentable para aquellos que perdieron la vida, un ser, una mascota, la casa o el trabajo. Hay que segur pa delante que aun nos falta mucho.
Un saludo!!!